Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XVIII


Que trata de la salida del general Pedro de Valdivia del valle de Copiapó para el valle de Guasco, y de lo que le sucedió

Acordó de partirse para el valle del Guasco, que es adelante caminando para el sur treinta leguas, y antes de su partida mandó soltar los presos indios que tenía. Y a los principales que allí estaban entregó las mujeres e hijos del cacique Gualenica, y les mandó que las llevasen y entregasen a su señor, y le dijesen de su parte, puesto que entre ellos había mortal guerra como bien veían, que no impedía a la fidelidad que los cristianos tenían y usaban, y a lo que a ellos les obligaba su religión cristiana y su nación española, y que le dijesen la cortesía y buen tratamiento que les habían hecho, y que supiese cómo él con toda su gente se iba a poblar un pueblo como el Cuzco a las riberas del río nombrado Mapocho, y que fuesen allá a darle la obediencia en nombre de Su Majestad. Que si así lo hacían, que los perdonaría a él y a todos los que viniesen, y que no les haría mal ni daño por la culpa que tenían en no haber venido de paz y haberle hecho la guerra, y donde no, les avisaba, que en poblando la ciudad y pasándose el tiempo que les señaló, que él los volvería a visitar y requerir con la paz, y si no quisiesen venir, que les haría la guerra y los conquistaría como a rebeldes, y les mandaría matar que no quedase chico ni grande que no muriesen, por tanto que no dijesen después que no los había avisado de todo.

Despachados estos mensajeros que presos solían estar, mandó el general recoger toda la comida y bastimento que se pudo haber. E partióse, habiendo despachado este día por la mañana a su maestre de campo y a otro caudillo con cada doce hombres, y les mandó que fuesen al valle del Guasco y fuese con buena orden, y se diesen tan buena maña que tomasen algunos indios, para que ellos diesen aviso donde se hallase maíz y bastimento, aunque bien sabían que estaban avisados de su ida; y que el maestre de campo fuese por un camino que es por las cabezadas de los valles, y el otro caudillo por lo llano por la costa de la mar, y que entrase por el valle de arriba, de suerte que se viniesen a juntar en medio del valle. Lo cual en efecto así hicieron.

Y en este valle, prendieron un capitán general indio del valle que había por nombre Calaba. E hubieron una guazábara con los indios que les venían a quitar su capitán, en la cual murieron mucha cantidad de indios. Y ellos mataron un cristiano y un caballo en unas laderas con unas piedras grandes que echaban a rodar de lo alto de las sierras, que ellos tienen aposta puestas para este efecto, las cuales llamamos galgas. Es arma muy peligrosa porque no tienen resistencia después que viene abajo rodando, porque llevan por delante cuanto hallan, si no es que Dios le guarda. Son estas piedras de tres arrobas y más y otras de dos quintales, cuanto pueden reempujar mucha cantidad de indios.

Acabada de haber la victoria con los indios, allegó el general Pedro de Valdivia al valle con lo restante del campo, muy trabajado de hambre y sed y cansancio, que no hubo en todo el camino ni se hallaron más de dos pozuelos de agua salobre y poca. Luego que fue allegado le hicieron saber el suceso que habían tenido, y sabido que le mataron un cristiano hizo muy gran sentimiento. Y díjole al capitán indio no poco enojado que qué era la causa que estaban alzados y le mataban sus cristianos, porque él no venía a les hacer mal, y que para qué dejaban sus casas y despoblaban sus pueblos, y huían de su natural y se iban a las sierras.

Respondió el capitán indio que tenían muy gran temor a los cristianos por el mal tratamiento que don Diego de Almagro y su gente les había hecho, y le habían quemado a su cacique principal nombrado Marcandey, y que su hijo de éste era señor agora, y que les mandó que antes se fuese a morir por las sierras que servir aquestas gentes.

A esto le respondió el general que no tuviesen miedo, que él no venía a hacerles daño ninguno, sino a traerles en conocimiento de nuestra Santa Fe católica y obediencia de nuestro rey de España, y que si don Diego de Almagro les había hecho mal, que él no venía a eso. Luego envió este capitán mensajeros a su cacique, y les dio término de tres días para que fuesen y volviesen con la respuesta, los cuales no volvieron. Viendo el general que no le convenía detenerse en aquel valle por la falta que había de bastimento, recogió lo más que pudo, aunque poco por tenerlo bien escondido los indios.